The Decemberists son una banda formada en Porland, Oregon,
EEUU, nacidos de la escena musical independiente estadounidense. Se ganaron
rápidamente un nicho entre la escena del indie folk con su sonido fuertemente
acústico, con uso de instrumentación diversa que incluye a parte del estándar
de guitarra, bajo y batería (¿y teclados?), instrumentos como el banjo, el
acordeón, melódica, violín, contrabajo y también el viejo y querido Hammond. La
banda está formada (a la fecha, ya que ha sufrido varios cambio de alineación)
por Colin Meloy (letrista, cantante y guitarrista), Chris Funk (talentoso
multiinstrumentista), Jenny Conlee (acordeonista, pianista, tecladista, etc.),
Nate Query (bajista –en bajo eléctrico y contrabajo) y Joen Moen (baterista).
Con un sonido que bebe tanto del rock clásico como del rock alternativo y el
folk sesentero, y con letras poéticas e inspiradas en una infinidad de
escritores de siglos atrás (Colin Meloy estudió aunque luego abandonó
Literatura y Teatro, acabando por realizar un programa de escritura creativa en
la Universidad) la banda tiene un estilo bastante propio y único.
El trabajo que voy a reseñar hoy es, el que a mi parecer,
puede resultar de más interés a los amantes del prog (aunque ya estaré
volviendo a esta banda en otros momentos, se lo puedo asegurar) en especial del
prog-folk, pero que están buscando algo que no sea un clon de Jethro Tull. The
Hazards of Love es el cuarto disco de estudio de la banda. Es una ópera-rock en
el sentido más tradicional del término, como si de una larguísima canción
subdividida en distintas partes se tratara, todo fluye a la perfección en este
álbum, fusionando distintos géneros con una soltura que pocos artistas pueden
permitirse.
La historia es tan disparatada como todo a lo que está acostumbrado
un progger. Como si de una relectura shakespereana de un cuento de hadas se
tratara, tenemos a William (un hombre-fauno) que se enamora de Margaret (una
dulce doncella), sin embargo la madre de él, la malvada Reina del Bosque se
opondrá a ese amor y hará todo lo posible por separarlos. Al final la aparición
de un personaje de la nada “The Rake”, un asesino y enfermizo sexópata,
cambiará el rumbo de la historia cuando este secuestra a Margaret y William
debe salir en rescate de su amada. El final es sumamente trágico por más que el
“verdadero amor” tenga su triunfo, al acabar muriendo ahogados juntos los
protagonistas. ¿Cómo les quedó el ojo?
La clave para el éxito de este disco está, sin embargo, en
el uso de melodías recurrentes (un viejo truco que todos los que se han
aventurado a hacer óperas rock han utilizado) y la duración del álbum. En lugar
de romper los esquemas, mandar disco doble y hacer una pieza de dos horas de
duración, The Decemberists cierra el disco apenas por debajo de una hora. Conciso,
es esa la principal virtud del disco que evita así cansar. La variadísima
instrumentación y el cambio casi constante de géneros también ayuda, así
tenemos desde folk pastoral a fragmentos hard rockeros que rozan en el heavy
metal setentero más clásico, desde valsesitos de guitarra acústica y acordeón
hasta canciones circenses con inquietantes coros de niños. La presencia de
distintos vocalistas encarnando a distintos personajes también es un viejo
truco, pero sí que lo usan bien aquí. Pasemos ahora a un breve resumen canción
a canción.
“Prelude”: como su nombre lo indicaría, es un preludio
instrumental de unos 3 minutos que nos mete en el mundo de The Hazards of Love.
Comenzando con un drone de bajo apenas audible el volumen va subiendo poco a
poco a medida que se incorporan capas de teclados y cuerdas, derivando
directamente en la siguiente canción.
“The Hazards of Love 1 (The Prettiest Whistles Won't Wrestle
the Thistles Undone)”: una delicada melodía de guitarra, típicamente folkie, da
paso a la voz de Colin Meloy que comienza a presentar a los personajes de la
historia. Percusión interesante y una hipnótica línea de bajo hacen de base
para que Meloy deje su voz flotar con calma. Las cosas se ponen más intensas
hacia el final, con toques de banjo y la guitarra tomando un vibra aun más
folkie que antes. Justo antes de terminar, un grito nos hace sentir
momentáneamente en The Wall.
“A Bower Scene”: y entonces viene el primer momento de caos.
Power chords, distorsión, tempo acelerado. Se siente el primer momento de
tensión en el álbum. Margaret viene hacia el bosque y eso claramente representa
problemas. Una explosión de hard rock llega al final de esta breve canción.
“Won't Want for Love (Margaret in the Taiga)”: la locura
hard rockera da paso a acordes bluseros y de pronto estamos en los setentas.
Una exquisita voz femenina, cortesía de Becky Stark, hace su entrada encarnando
a Margaret. La letra, como todas las del disco, es extremadamente hermosa. Un
breve interludio con Meloy cantando “O my
own true love, o my own true love” en medio de la canción da un breve
respiro.
“The Hazards of Love 2 (Wager All)”: posiblemente el momento
más claramente de “rock alternativo” en el disco, The Hazards of Love 2 se
asenta sobre la guitarra y voz de Meloy, trayendo a la mente a los R.E.M. más
folkie por momentos. Sumamente
romántica y con un pegadizo estribillo. “I
lay you down in a clover bed, the stars: a roof above our heads. And we'll lie
'til the Corn Crake crows bereft of the weight of our summer clothes. And I'd
wager all the hazards of love, the hazards of love”. Imposible
resistirse a tal hermosura.
“The Queen's Approach”: un brevísimo interludio de banjo,
sumamente oscuro, que anuncia el acercamiento de la madre de William.
“Isn't It a Lovely Night?”: uno de los momentos más emotivos
y el más “alegre” del disco. Un hermoso valsecito de guitarra acústica y
acordeón con algún detalle de cuerdas y un hermoso dueto entre Meloy y Stark.
Precioso y romántico.
“The Wanting Comes in Waves/Repaid”: tras la luz viene la
oscuridad. Esta es una canción “doble” en realidad, con elementos diferentes
situados juntos para el contraste entre los dos personajes aquí involucrados:
William y la Reina, encarnada esta última por Shara Worden y su potente voz
operática. Las secciones cantadas por Meloy se asentúan sobre un simple riff de
harpsichord que hará las delicias de los proggers, dando paso a un crescendo
rockero antes de chocar contra el pseudo-metalero rock psicodélico que sirve de
base a la improvisación vocal de Worden. La Reina es quizá el personaje mejor
encarnado a lo largo del disco, la emoción, la furia, la maldad que se escucha
en la voz de Worden no tiene comparación.
“An Interlude”: un pequeño interludio de guitarra acústica,
eléctrica casi post-rockera y poca cosa más. No es nada destacable pero cumple
su objetivo de dar noción del paso del tiempo a la perfección.
“The Rake's Song”: la última canción en introducir
personajes al disco es también una de las más pegadizas y a la vez oscuras del
disco. Como si de punk acústico se tratara, el repetitivo rasgar de guitarra da
lugar a un sádico Meloy cantando como este personaje asesinó a sus tres
pequeños hijos tras la muerte de su esposa, para liberarse así del “castigo”
que tenía y poder vivir su vida en libertad otra vez. La percusión aunque
simple le da un toque épico a una canción sumamente popera.
“The Abduction of Margaret”: retomando la melodía de “A
Bower Scene” vuelve a entrar un narrador que nos explica como el personaje de
la canción anterior acaba de secuestrar a Margaret. Power chords dan paso a la
locura hard rockera otra vez, fluyendo directamente a la siguiente canción.
“The Queen's Rebuke/The Crossing”: y llegamos al momento más
pesado del disco. Nuevamente Shara Worden hace presencia con su exquisita voz,
cantando sobre pesados riffs que recuerdan a Black Sabbath en plenos años
setenta. Varios solos de guitarra que bien podrían haber salido de la guitarra de Kurt Cobain
le agregan un toque grungy a la canción antes que en la sección final un órgano
psicodélico entre trayendo a la memoria a Jon Lord y con él a Deep Purple. El
breve pero intenso solo de órgano pone final a esta épica canción.
“Annan Water”: el momento más prog-folk del disco quizá y
también el momento más “Jethro Tull”. Mi favorita personal del disco (todo hay
que decirlo). En la canción anterior la Reina había ayudado al captor de
Margaret a cruzar un río revuelto, que da nombre a esta canción. William en su
desesperación implora al río que calme sus aguas y le deje cruzar para ir en
busca de su amada, a lo que el río parece aceptar. Sin embargo eso no es todo,
William promete entregarle su vida al dejarle hacer esto. “So calm your waves
and slow the churn, and you may have my precious bones on my
return”. Las
capas de órgano en el estribillo resultan hipnóticas y parecen una especie de
respire ante la locura de mandolina y
percusión “rápida” de los versos.
“Margaret in Captivity”: acercándonos ya al final de la
historia, esta canción nos cuenta como Margaret está encerrada, sobre la
melodía de la primer parte de The Hazards of Love, ahora con una vibra oscura
bajo la simple guitarra.
“The Hazards of Love 3 (Revenge!)”: comenzando con un breve
reprise del harpsichord de The Wanting Comes in Waves, esta es la sección más
alocada del disco sin dudas. Espeluznantes coros de niños encarnando los
fantasmas de los hijos de “The Rake” hacen presencia, llevándose a su padre con
ellos. La música es circense prácticamente, pero esa música circense que solo
suena en la cabeza de Tim Burton al pensar sus películas.
“The Wanting Comes in Waves (Reprise)”: uno de los reprises
con más sentido para mí, usualmente los reprises no aportan nada pero este
sirve de perfecta antesala al final. Además esos toques de cuerda y banjo son
demasiado preciosos como para ignorarlos. La deconstrucción del sonido en puro
ruido, casi como ocurre en The Trial trae de nuevo a The Wall a la mente. El
final estará “separado” del resto también.
“The Hazards of Love 4 (The Drowned)”: y finalmente el bello
cierre del disco. Una hermosa y melancólica canción que narra los últimos
eventos de la pareja, como se unen en matrimonio con el río como testigo, antes
de hundirse entre sus aguas juntos. Una melodía country, solos de slide que te
desgarran el alma en dos, sutiles toques de cuerdas y armonías vocales. “’With this long last rush of air we speak our vows and sorry
whispers’, and when the waves came
crashing down, he closed his eyes and softly kissed her. ‘But I pulled you, and
I called you here, didn’t I, didn’t I? And I caught you, and I brought you
here, didn’t I, didn’t I? These hazards of love, never more will trouble
us”. Exorcisados de culpa se echan a morir y asumen su suerte, el amor
triunfa aunque el final sea más Romeo y Julieta que película de Disney.
Está de más decir que este disco es una obra maestra,
posiblemente uno de los discos de prog más importantes de la década pasada y
sin dudas una de las mejores óperas-rock hechas hasta ahora, sobre todo porque
The Decemberists subsanan los problemas típicos del formato. No titubeo en
ponerle un 5 de 5 a este álbum. La fluidez, la cohesión del álbum, la
diversidad de estilos que cubre y la gran calidad lírica e instrumental me
impiden ponerle una nota más baja. No es un disco perfecto, pero ningún disco
lo es me permito decir.
Otro que se suma aquí a difundir algunos discos que resultan interesantes.
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